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jueves, 29 de agosto de 2013

POR LA TIERRA - Tahíta


La oración es una manera de conectarnos con la Divinidad. La más profunda, es sentir la Unidad en Silencio, no simplemente pedir algo.

Nuestras oraciones personales, son una forma de percibirnos unificados con lo sagrado, con nuestra naturaleza más profunda y la del mundo que nos rodea. De cualquier manera que oremos, hay una gran necesidad en este momento de incluir a la tierra en nuestras oraciones.

La creación misma nos está llamando, enviándonos señales de su desequilibrio. Podemos verlo en las crecientes inundaciones y sequías, sentirlo en una tierra que ha sido envenenada con pesticidas, y los que tenemos el corazón abierto, podemos escuchar en la naturaleza, el clamor de la Tierra…un clamor a la humanidad que se suponía iba a ser el guardián del planeta y que ha olvidado su responsabilidad y en su lugar profana y destruye.

La tierra necesita nuestras oraciones. Tenemos que reconocer su carácter sagrado, y darnos cuenta de que no podemos seguir saqueándola. Hay muchas maneras de orar por la ella. Comencemos primero reconociendo que no es algo inerte, sino la manifestación de una entidad espiritual, el “logos de la Tierra”…que muchos han sentimentalmente afeminado y puesto nombres también femeninos. No tiene sexo. Es una Entidad de Luz que en esencia está interconectada con nosotros y todos los seres que habitan en su parte física, a la que ha cedido para el desarrollo de todas las especies. Podemos sentir su sufrimiento: el sufrimiento físico que vemos en las especies que mueren y en las aguas contaminadas y el sufrimiento más profundo por nuestra indiferencia ante su carácter sagrado.

Durante siglos se entendió que el mundo era un ser vivo con el alma, y que somos parte de este ser. Una vez que nos acordemos de esto, nuestras oraciones fluirán más fácil y naturalmente. Estamos dentro de la misma Divinidad, y en ella, podemos simplemente llevar a nuestros corazones ese sufrimiento que nos rodea e irradiar amor y misericordia. La Gracia nos acompañará. El poder de la Divinidad puede más que toda la sombra de la humanidad.

Oremos para que la Divinidad de la cual todos formamos parte pueda redimir y sanar el sufrimiento de esta hermosa Tierra.

A veces es más fácil orar cuando sentimos la tierra en nuestras manos, cuando trabajamos en el jardín cuidando nuestras flores o vegetales. O cuando se cocinamos, preparando las verduras que la tierra nos ha dado y las mezclamos con hierbas y especias.

La unicidad divina de la vida está dentro y alrededor de nosotros. Caminando en la naturaleza podemos sentir su latido y su maravilla, y nuestros pasos se vuelven pasos de reconocimiento. La simple práctica de "caminar de una manera sagrada" en la que con cada paso que damos sentimos la conexión con la tierra es una manera de volver a conectar con su espíritu vivo.

Hay tantas maneras de orar incluyendo a la Tierra en nuestro trabajo interno, como práctica espiritual simple y necesaria! Recordémoslo al observar un hermoso amanecer o atardecer, un cielo lleno de estrellas, una flor abriéndose…o al escuchar el canto de los pájaros, el ulular del viento que nos y trae el aliento de vida, las hojas crujientes del otoño bajo nuestros pies. Todos esos regalos tienen que abrirnos a orar, en un intercambio íntimo con el espíritu de la Tierra, sus fuerzas dévicas, sus elementales…no con repeticiones vacías, o desde la mente, sino amando y reconociendo nuestra Unicidad con ella.

Siempre es a través del corazón que oraremos, de la manera que consideremos apropiada…aun en el silencio total, enviando amor y Luz. ¿Realmente sentimos el sufrimiento de la tierra?¿sentimos su necesidad? ¿Sentimos nuestra relación con la creación, la forma en que somos parte de ella? Entonces nuestras oraciones serán una corriente viva que fluirá de nuestro corazón.

Cada paso, cada acción, serán una oración por la Tierra, recordando cuan sagrada es.


Ya es hora de Orar por ella, de la manera en que sintamos, a corazón abierto…pues nuestra energía es la que la alimenta y despierta la acción de la Gracia que puede sanarla y sanarnos.


MI CORAZÓN LES ABRAZA!


Tahíta

La Tierra es mi maestra.

La Tierra me enseña quietud, de la hierba ante cada rayo de Luz. Así puedo escuchar el susurro de mi corazón.

La Tierra me enseña el sufrimiento de la memoria en antiguas piedras .Así aprendo que elegimos el dolor, para perdonar y ser libres.

La Tierra me enseña la humildad de un capullo en su comienzo. Así aprendo a ser paciente con todas las cosas, especialmente, conmigo mismo.

La Tierra me enseña a cuidar, como la madre natura a sus hijos. Así puedo desarrollar compasión por todos los seres.

A Tierra me enseña el valor, como el del árbol que permanece solo. Así puedo conocer lo que es la fortaleza interior.

La Tierra me enseña los límites de una hormiga solitaria. Eso me lleva a descubrir el gran poder de Unificarnos.

La Tierra me enseña la libertad del águila que sobrevuela el cielo. Así puedo saber lo que se siente seguir a mi corazón.

La Tierra me enseña la aceptación de las hojas que mueren cada otoño. Entonces aprendo a permitir y aceptar agradecidamente el flujo natural de las cosas.

La Terra me ensaña la renovación, a través de cada semilla que brota en la primavera. Así puedo experimentar nuevos comienzos, cuando emerjo con nuevas ideas y creaciones.

La Tierra me enseña a olvidarme de mí mismo, como los copos de nieve se olvidan de su vida disolviéndose. Así, puedo recordar el propósito mayor de mi existencia.

La Tierra me enseña a recordar la bondad…a través de los secos campos regados por la lluvia. Así, puedo practicar la bondad cada día.

A medida que nosotros comenzamos a reconocer a la Tierra y sus reinos…nos damos cuenta de que ellos están aquí para sustentarnos en la senda hacia en Gran Misterio.

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